Hace unas semanas, alguien subió a alguna red social algún chiste que me trajo a la memoria un poema de José Watanabe.
En el poema, alguien tira, cuesta abajo, antes que Newton, una piedra. Al verla rodar, a esta persona se le empieza a formar, de un modo algo impreciso, una idea que podría ser la gravedad. Pero ese pensamiento que no termina de florecer del todo se le termina por escapar. No importa, piensa nuestro amigo: algún día, alguien, logrará formularlo del todo.
Cuando estoy optimista, imagino un camino parecido para estas historietas que vengo haciendo últimamente. Algún día, tal vez, en algún lugar, alguien va a leer esa serie de ideas indeterminadas en el papel y logrará formularse alguna noción más acabada.
Alguna vez leí, en algún libro que no recuerdo bien, que Newton tenía cierta tendencia a perderse en su trabajo intelectual y, digamos, abandonar un poco su existencia material durante esos períodos. Se recluía en su cuarto en la universidad a pensar y tomar notas, se olvidaba de comer, cuando tenía hambre gritaba hasta que alguien le llevaba comida, ni se cambiaba ni bañaba, olía increíblemente mal en su encierro.
La verdad, no estoy muy seguro que haya sido tan así. Tal vez leí una calumnia mal intencionada o exagerada o, lo que es más probable, la anécdota, con su encanto, se fue exagerando en mi memoria.
Como sea, siempre me pareció un muy buen escenario para una sitcom. Cambridge, fines del Siglo XVII, un grupo de profesores, asistentes y alumnos que se la pasa lidiando con un Newton huraño, difícil, encerrado en su habitación, enfrascadísimo en darle forma al cálculo infinitesimal y sus intermediadas guerritas epistolares con Leibniz.
Todo ocurre alrededor de su cuarto, al que los televidentes nunca entramos. Newton es una presencia ominosa pero invisible. Lo escuchamos gritar, nos enteramos de sus reclamos a través de los valientes personajes que se entran a su cuarto y salen espantados. La mayoría de los capítulos son un engranaje de enrriedos que se pone en acción a partir de la difícil interpretación o concreción un nuevo recado del genio al que nada, nunca, le termina de venir del todo bien.
En el medio de esa danza, los personajes que sí vemos y conocemos, van teniendo sus desencuentros, intrigas y amores. Tienen, todos, la sensación de comprender la trasendencia del trabajo de Newton y, al mismo tiempo, el hastío propio de tener que lidiar con alguien así. En esa simultaneidad se forma (entre todos los personajes, pero también de ellos hacia Newton) algo parecido al cariño.